viernes, agosto 26, 2011

La muerte de una estrella

Fue el suceso astronómico del milenio pasado, sólo superado por los descubrimientos en este milenio de planetas extrasolares, o exoplanetas, como también se los llama. Recapitulemos los eventos concatenados.

En el año 1054, en fecha aproximada al 4 de julio, los anales chinos registraron “una estrella invitada” a los cielos. Fue tan refulgente como Venus; llegando a rivalizar en brillo con su prima hermana, la supernova de Tycho Brahe de 1572, que alcanzó una magnitud aparente próxima a -4. Ambas fueron visibles a simple vista; así como su otra familiar, la de Kepler de 1604 que se elevó a -2,5. Los esfuerzos realizados para localizar los restos de las dos últimas observadas desde Europa, han sido infructuosos. La primera – detectada en China y Japón -, cuenta por suerte con registros de su ubicación en el cielo, por lo que nos legó la localización de la hoy Nebulosa del Cangrejo – su remanente, con un pulsar central – que aún sigue expandiéndose en Taurus, cerca de los cuernos del clásico asterismo y es observable con pequeños instrumentos.

Tuvimos que esperar 383 años para ser protagonistas nuevamente de un evento estelar cataclísmico visible a simple vista, y ¡nada menos que 933 años para uno similar también visible desde nuestro hemisferio! Continuamente se registran supernovas telescópicas en distintas galaxias lejanas, pero su brillo no las hace accesibles directamente al ojo humano, ni – casi siempre - a los pequeños telescopios.

Desde Chile se nos informó el 25 ó 26 de febrero de 1987 (no podemos precisar ahora el día exacto, después de tanto tiempo), que el astrónomo canadiense Ian Shelton, en placa tomada hacia la medianoche del día 23, en el Observatorio de “Las Campanas”, había registrado una supernova en la Nube Mayor de Magallanes, de aproximadamente sexta magnitud.

La estrella denominada Sanduleak – 69.202 de esa galaxia vecina, integrante de un sistema triple, de brillo aparente 12,24 ¡había explotado como supernova! (¡pobres los hipotéticos seres de los planetas de sus dos compañeras!).

fig22Estrella Sanduleak -69.202 en la Nube Mayor de Magallanes(Anglo-Australian Observatory)

Los hechos se sucedieron de una manera notable. Tomada la placa del descubrimiento, Ian Shelton, que no sería astrónomo profesional, habría tenido un problema con el telescopio. Por ello, suspendió la rutina emprendida de fotografías programadas, para proceder al revelado de la placa en el acto, descubriendo así al instante casi, la aludida supernova.

Comunicó de inmediato la novedad a sus superiores, quienes, además de enviar el telegrama correspondiente a la Unión Internacional de Astronomía, habrían dispuesto el traslado sin dilaciones al lugar, de unos astrónomos canadienses que se hallaban en La Serena.

Menos de una hora después del obligado periplo informativo, el canadiense se trasladó unos veinte metros, a otro telescopio de Las Campanas, que tenía un fotómetro adosado.

Allí se encontraba trabajando el joven astrónomo argentino Dr. Emilio Lapasset, comprometido en un programa de determinaciones fotométricas. De inmediato le solicitó su colaboración que, con entusiasmo, le fue brindada sin limitaciones.

Así este astrónomo, hoy Director del Observatorio de Córdoba, participó del descubrimiento con la realización durante el resto de la noche, de una serie de determinaciones en UBV de la nueva estrella, que por suerte había sido descubierta muy temprano en su evolución.

fig3Vista de un sector de Las Campanas (Foto E. Minniti)

Tomaron δ Doradus como estrella de referencia. En la primera fotometría realizada esa madrugada, la supernova acusaba una magnitud visual de 4,837; en la segunda, 4,824, para proseguir aumentando de brillo con el correr de las horas. El trabajo correspondiente de estas determinaciones fue publicado por ambos actores en el Astronomical Journal (Shelton y Lapasset 1993).

El peculiar comportamiento de la supernova y su detección temprana, permitió a los científicos el estudio cabal del fenómeno; haciendo que se modificaran sustancialmente los modelos teóricos de supernovas vigentes al momento; un hecho trascendental consecuente.

La histórica participación de este astrónomo argentino en la oportunidad es hoy prácticamente desconocida

fig4Dr. Emilio Lapasset (Fotografía OAC)

El observatorio de “Las Campanas” en Chile, es uno de los más prestigiados y avanzados de los centros de investigación internacionales, con asiento en el cerro de ese nombre, en pleno desierto de Atacama. Está en un sitio próximo al observatorio emplazado en “La Silla”. Lugar de una transparencia excepcional, a él concurren investigadores de todo el mundo, y su planta permanente cuenta con astrónomos argentinos.

Viene a cuento por su expresiva síntesis, la crónica del hecho histórico ya, confeccionada por uno de sus protagonistas, que a su vez nos facilitó una reproducción de la placa tomada por Ian Shelton, que no podemos dejar de compartir por su gran valor:

fig5Imagen de la Nube Mayor de Magallanes tomada por Ian Shelton(Gentileza del Dr. E. Lapasset)

“Una violenta explosión de tipo supernova fue detectada recientemente por astrónomos del Observatorio Las Campanas en Chile. La aparición de una estrella brillante, visible a simple vista, ubicada al noroeste de la Nube Mayor de Magallanes, se produjo entre los días 23 y 24 de febrero y fue descubierta en la madrugada del día 24 por el astrónomo canadiense Ian Shelton mediante la observación fotográfica de la región en que se produjo la explosión. Astrónomos australianos y sudafricanos confirmaron inmediatamente el descubrimiento.

La estrella, cuyo brillo aumento 8,5 magnitudes (alrededor de 2.500 veces su brillo original) entre los días vecinos, es la supernova más cercana y más brillante que se haya descubierto en los últimos 400 años. Pertenece a la Nube Mayor de Magallanes, la galaxia más próxima a la Vía Láctea, es decir que su distancia puede estimarse en alrededor de 150.000 años luz. La estrella que dio origen a esta explosión era una supergigante azul, siendo esta la primera vez que se conoce la progenitura de una supernova.

La importancia del objeto descubierto, bautizada como Supernova 1987 A, es inestimable para el avance de las investigaciones astronómicas. Su brillo y su proximidad permitirán estudiar el hasta ahora poco conocido fenómeno de la explosión de una estrella y la forma en que la materia despedida por ésta se integra al medio interestelar.

Ello contribuirá indudablemente al mejor conocimiento de la evolución de las estrellas, del medio interestelar, de la formación de nuevas estrellas y de sistemas planetarios e incluso, del origen de la vida en el Universo.

Por ahora, las primeras observaciones indican que el brillo intrínseco de la supernova después del gran incremento inicial, se ha mantenido estable, que su color tiende a enrojecerse y que la materia expulsada por la explosión viaja a velocidades de alrededor de 15.000 kilómetros por segundo. Muchos telescopios del hemisferio sur han cambiado sus rutinas para seguir la evolución de este objeto astronómico sin precedentes en las últimas centurias.”

Como mencionáramos, a poco del hecho se nos brindó la noticia con la expresa promesa de no divulgar el acontecimiento, pues aún no se habían dado cuentas formales de ello al mundo astronómico. Así, increíblemente, tuvimos tempranamente en la ciudad de Santa Fe, el notable dato de ese descubrimiento.

fig6Imagen de las cúpulas de las hoy “Sondas Magallanes” desde las residencias, en Las Campanas (Foto E. Minniti)

La citada restricción, cumplida cabalmente, no impidió que con Víctor Brigi comenzáramos las observaciones visuales de la evolución de la estrella, que para entonces no alcanzaba la cuarta magnitud. Paolantonio desde su domicilio y Minniti con Víctor Brigi en el telescopio de 25 cm que tenían instalado entonces en la localidad de Sauce Viejo, próxima a Santa Fe, lejos de las luces urbanas. Era tan bueno el cielo en el lugar, que en el invierno de 1986 – creemos que fue ese año – ¡llegaron ambos a ver Urano a simple vista en el límite de la visión!, por supuesto tenían la carta celeste con su posición y lo habían visto antes con binoculares de bajo aumento, lamentablemente, Brigi ya no está para confirmar ese hecho. Él fue quien llamó la atención a Minniti sobre ello y éste lo pudo corroborar por experiencia propia al momento.

Para entonces, ya no era necesario por su brillo, cuidado alguno para observar la supernova. ¡Se observaba a simple vista!

Durante aproximadamente 30 días SN 1987A se mantuvo en la magnitud 4,5, variando su índice de color desde 0,0 a 1,7, tomando un color rojizo.

Luego subió lentamente su luminosidad en el visible hasta alcanzar la magnitud 3 el 20 de mayo, diez semanas después de la explosión, para comenzar a descender hasta estabilizarse en la magnitud 5,8 – 5,6, permaneciendo en ese entorno hasta noviembre en que comenzó lentamente a dejar de ser percibida a ojo desnudo.

Dos meses después de la explosión de la supernova, desde Santa Fe, Paolantonio realizó para Atel, medidas de partículas cósmicas de alta energía con una sonda de centelleo de Na (T1) de 2 x 2 pulgadas de la Universidad Tecnológica Nacional. El detector fue calibrado con 60/27 Co (rayos γ de 1.173 y 1.332 MeV y con 137/55 Cs, γ de 0.662 MeV).

Se utilizó un espectrómetro monocanal con el discriminador abierto y nivel inferior de detección de 2.5.MeV, esto es, se contaron todos los Rayos Gamma con energías iguales o superiores a esta última.

fig72Diagrama de brillo de la SN desde Marzo a Noviembre de 1987

Observadores: V. Brigi, E.Minniti, S. Paolantonio y D. Mendicini (Atel – Santa Fe). P. Pizzi y F. Bustos (OCR – Rosario). (Diagrama: S. Paolantonio)

Este valor se adoptó con la intención de asegurar que el espectrómetro no cuente las radiaciones procedentes del mismo laboratorio.

Las observaciones se realizaron aproximadamente a la misma hora, durante un promedio de una hora y manteniendo la geometría del lugar.

fig8Diagrama de lectura de cuentas obtenidas por minuto (ordenada -valores de 50 a 90) en días después de la explosión (abcisa de 50 a 250 días) (S. Paolantonio)

Así como el cielo a veces se ha tomado venganza por la intromisión humana (ver “Astronomía Trágica” en este sitio), esta vez rindió el tributo de un evento excepcional, a quienes rememoraron la expedición de Hernando de Magallanes en la que se descubrieron las dos galaxias satélites nuestras, brindando a dos de sus más poderosos telescopios australes de 6,5 m el nombre de Sondas Magallanes (emplazadas en “Las campanas”).

fig9Otra de las imágenes tomadas por IAN Shelton (Gentileza del Dr. Lapasset)

¡Claro!, debemos ser concientes de que el evento que nos ocupa, acaeció realmente en el año 166.991 antes de Cristo, si la progenitora se halla a 169.000 años luz de distancia, como se estima. Con la supernova, estuvimos observando a simple vista el pasado remoto, en esa extraordinaria máquina del tiempo que es el universo. El 24 de marzo de 2009, se cumplieron 22 años de la abrupta aparición de 1987 A desde ese pasado superlativo. Mayorcita ya, demanda hoy nuestra especial atención.

Reflexionemos. La supernova fue descubierta tempranamente con magnitud 6, accesible a pequeños binoculares, en una de las dos galaxias que se nos muestran a horas distintas la mayor parte del año. Pero están allí y son el balcón de un universo que nos aguarda. Debemos confesar que durante dos años desde Bosque Alegre, fotografiamos ambas Nubes con película especial, en búsqueda de novas. No tuvimos éxito. A la semana siguiente de la culminación del programa se registró una nova dentro del ámbito de nuestros registros, la que a nosotros nos fue esquiva. Ello no perjudica la acción de insistir.

Las galaxias están allí sorprendiéndonos con su previsible e insólita actividad. Así, como consecuencia de esa campaña frustrada de dos años, tiempo después, descubrimos el eco de un cataclismo extragaláctico que, con creces, supera el de las supernovas. En el sitio web “Cielo Sur” está la nota que lo denuncia.

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